Colosal y lleno de luz, así es uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de Valencia, su Mercado Central. Este edificio ha visto desfilar la historia, cultura y tradiciones de un pueblo alegre y vivo, ligado al mar y la playa. Su historia se remonta al siglo XIII, cuando los mercaderes de la ciudad requerían de un lugar para poder ejercer su oficio, ya que los mercados de la Almoina y Velluters estaban abarrotados, por lo que se reunían los jueves bajo la muralla musulmana. Este mercado pasó a ser diario, al aumentar su popularidad, ya que traía las novedades de fuera de la ciudad, pero los comerciantes demandaban un lugar cerrado para no tener que desmontar cada noche sus aperos.
La vida de la ciudad está ligada la de este edificio desde su creación
Llegó el siglo XV y, con él, la Edad de Oro de la ciudad, que vivió una gran prosperidad económica, por lo que se registraron las primeras exigencias de creación del mercado. Su fama trascendió de tal forma que vinieron a instalarse tejedores franceses, herreros suizos y alemanes, así como genoveses y malteses con el mercado de lienzos. Aunque hubo que esperar hasta el siglo XVIII para la creación del edificio.
Con motivo de la Exposición Regional de Valencia en 1910, se inició un concurso para su construcción. Fueron Alejandro Soler March y Francisco Guardia Vial, dos arquitectos catalanes discípulos del genio del modernismo Domènech Montaner, quienes construyeron una colosal telaraña de hierro forjado, cerámica y vidrio, tendida sobre 959 puestos de venta distribuidos en 8 kilómetros cuadrados.
Este mercado, tan apreciado por los valencianos, es uno de los reclamos turísticos de la ciudad y lugar de encuentro y tradición, con una gran variedad de mariscos, frutos secos, carnes, embutidos, frutas… Algunos de sus mejores productos pueden ser degustados en deliciosos platos, como una paella en alguna arrocería o restaurante de la Malvarrosa. Valencia es tradición y gastronomía, arte y belleza.