Que Valencia cuenta con grandes atractivos turísticos es sobradamente conocido. La ciudad es conocida por su gastronomía (que tiene en la paella uno de sus pilares fundamentales), por su playa y por su patrimonio monumental. Dentro de este último, destacan edificios como la Plaza de Toros, uno de los grandes hitos patrimoniales de la ciudad.
Pese a que la tradición taurina en Valencia esté documentada desde el siglo XI, el tiempo pasó despacio hasta que la ciudad decidió acometer la construcción de su primer ruedo estable en 1798. Esta plaza primigenia tuvo que ser derruida en 1808 ante el avance del ejército francés, y no fue hasta 1850 que se vuelve a plantear la cuestión. El resultado de este segundo proyecto no es otro que el actual coso taurino de la ciudad, inaugurado el 20 de junio de 1859.
La plaza de toros valenciana, obra del arquitecto Sebastián Monleón Estelles, es un espectacular edificio de carácter neoclásico que toma como inspiración la arquitectura civil romana y algunas de sus construcciones icónicas como el Coliseo. Su exterior es de ladrillo visto y muestra una circunferencia de 108 metros de diámetro cuyos muros son horadados por un total de 384 arcos abiertos al exterior.
Tras su inauguración, fueron muchas las reformas que se acometieron. En 1908, por ejemplo, se instaló el tendido eléctrico interior para poder realizar corridas nocturnas. En 1983, la plaza fue protegida bajo la figura de Monumento Histórico Artístico.
La relevancia de este edificio es clave en la ciudad de Valencia. Su perfil se ha convertido en todo un clásico de la ciudad, mientras su uso ha sido acondicionado tanto a aficionados como a ajenos al mundo taurino gracias a la celebración en ella de grandes conciertos y otros espectáculos similares.
La visita a la Plaza de Toros puede completarse con otra actividad, como acercarse hasta una arrocería o un restaurante en la Playa de la Malvarrosa.