La clóchina es uno de los productos más distinguidos de la gastronomía valenciana. Se trata de un pequeño molusco bivalvo, de aspecto similar al mejillón, que es criado en los alrededores del Puerto de Valencia. Su consumo es muy habitual en casi cualquier restaurante o arrocería que, entre finales de abril y agosto, quiera ofrecer a sus clientes lo mejor de los productos del Mediterráneo.
Históricamente, el cultivo de clóchina valenciana puede rastrearse desde finales del siglo XIX, cuando en las proximidades del Puerto de Valencia se instalaron 2 bateas destinadas a su producción. Existen datos que hablan de unos 35.000 kilos de clóchinas recogidas al año por aquel entonces. La buena aceptación que el producto tuvo entre los valencianos propició su crecimiento exponencial durante todo el siglo XX hasta alcanzar los niveles de cultivo actuales, que rondan los 350.000 kilos y las más de veinte bateas. A fin de evitar la confusión con otros productos similares, la clóchina valenciana está distinguida bajo su propia marca de calidad que la señala como producto autóctono.
La clóchina es un producto muy exclusivo y selecto. Su cultivo se inicia en noviembre y se extiende hasta abril, momento en el que comienza su temporada de consumo. Los clochineros son los encargados de seleccionar la semilla (como se llama al embrión) e introducirla en las bateas para que esta se alimente de los propios nutrientes del agua del Mediterráneo.
El resultado es un molusco de tamaño pequeño y anaranjado, con un sabor muy suave al paladar y más delicado que el mejillón, que podría considerarse como su referente directo. Generalmente, la clóchina se cocina en su propio vapor, preservando así toda su esencia y sus cualidades, pero también es muy frecuente encontrarla como ingrediente en la paella. Dado su carácter marino, es un alimento muy apropiado para probar en la playa, en un restaurant de la Malvarrosa.