La llegada de la Semana Santa conlleva la aparición de múltiples especialidades reposteras asociadas a este periodo del año. La mona de Pascua es una de ellas; muy frecuente en todo el levante español y, por supuesto, en Valencia, una ciudad que gastronómicamente tiene mucho que aportar más allá de su famosa paella.
El postre que sobrevive a los siglos reinventándose
La mona de Pascua es un dulce de origen árabe, no en vano la palabra munna viene a significar “provisión de la boca” y está asociada al bocado que, en ocasiones, los antiguos árabes regalaban a sus señores. En Valencia, la mona de Pascua se consume en Semana Santa para celebrar el fin de las restricciones de la Cuaresma. En su origen, este pastel era regalado por los padrinos a sus ahijados. Se colocaba en ella tantos huevos como años tuviese el niño, siempre hasta una cantidad máxima de doce, edad en la que los niños dejaban de recibirla como regalo. Fue en el siglo XIX cuando los reposteros comenzaron a comercializarla variando la receta tradicional hasta crear multitud de formas y variedades diferentes.
Hoy en día, es posible encontrar una gran variedad de ellas. Generalmente, los huevos duros han sido sustituidos por huevos de chocolate, otras formas reposteras o figuritas no comestibles. La propia mona ha cambiado también y de la antigua receta, hecha fundamentalmente a base de harina, huevos y azúcar, se encuentran hoy variedades de todo tipo: rellenas de crema, cubiertas de merengue, con trazas de chocolate o trufa y un largo etcétera. Es frecuente que en estas fechas los pasteleros valencianos y de otras zonas de España compitan entre sí por lograr la mona más espectacular.
Se trata de una receta tradicional que ha sido modificada progresivamente sin perder su importancia cultural. Una tradición que puede degustarse acompañada de otras especialidades valencianas, en la ciudad o en la playa, en una arrocería o un restaurante en Malvarrosa.