La gastronomía de Valencia puede presumir de ser una de las más ricas de España. Dentro de la Comunidad, existen numerosos alimentos de merecida fama, muchos de ellos protegidos bajo diversas denominaciones de origen. Entre los cultivos más populares de la zona se encuentra el tomate valenciano, que poco a poco se ha ganado un puesto de honor en el imaginario gastronómico del litoral mediterráneo español. Su presencia en verano se hace indispensable en las despensas de todo restaurante y arrocería, ya sea para comerlo solo o integrado en algún plato tradicional como la paella.
El tomate valenciano es una variedad de consumo estival muy apreciada por críticos y consumidores. Su cultivo, que requiere altas temperaturas y sol directo, resulta muy habitual en las comarcas de L’Horta Nord y L’Horta Sud. En esencia, se trata de un cultivo muy trabajoso pero que reporta grandes satisfacciones por la calidad intrínseca de su fruto.
Al crecer, el tomate valenciano muestra unos tonos verdes en su cuello que desaparecen al alcanzar la madurez hasta adquirir un intenso color rojo. Suele mostrar pesos que, por lo general, no exceden los 180 gramos. Una de sus principales particularidades es la intensidad de su aroma y sabor, además de su textura carnosa y agradable, por lo que constituye un fruto muy dado a ser consumido en crudo, sin cocinar.
Existen tres variedades diferentes. La masclet se distingue por acabar en un pico muy pronunciado. La variedad conocida como ritillo presenta un mayor tamaño que la anterior y una forma aplanada. Finalmente, existe una tercera variedad que se caracteriza por poseer un tamaño y peso superior a las dos anteriores.
El tomate valenciano es una de las variedades mejor valoradas a nivel nacional. En Valencia puede encontrarse en diferentes establecimientos, tanto en el centro como en la playa, en cualquier restaurante de la Malvarrosa.