Aceite de oliva, carnes, pescados y verduras son algunos de los ingredientes que conforman la gastronomía mediterránea, basada en hábitos alimenticios presentes tanto en España como en Francia, Italia o Grecia.
Sin duda, uno de los integrantes primordiales de esta dieta -declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010 y con propiedades saludables científicamente contrastadas- es el cereal, particularmente el arroz.
En el caso español, Valencia es patria indiscutible de arroces -cuya introducción se atribuye al pueblo árabe en el siglo VIII- y la paella es el sabroso símbolo que ha llevado el nombre de la comunidad por todo el mundo. Ya sean nativos o turistas, la playa es la ubicación escogida por muchos para degustar una paella valenciana en uno de los numerosos restaurantes repartidos por la Malvarrosa, en la que la mejor opción es Casa Isabel.
Los datos hablan por sí solos. Con 921,7 miles de toneladas de producción anual en España, la superficie dedicada en Valencia al cultivo del arroz convierte a este cereal en el segundo más importante de la comunidad –únicamente por debajo de la cebada- al ocupar 17.130 hectáreas.
Aunque el cultivo de este cereal estuvo acompañado, históricamente, de conflictos que llegaron a culminar en la declaración de su cosecha como perjudicial, en el siglo XIX se produjo una notable expansión de la superficie dedicada a este proceso y hoy conforma la base agrícola principal, por ejemplo, en la zona de la Albufera.
Tres de sus variedades –senia, bomba y albufera- están amparadas por la Denominación de Origen Arroz de Valencia y son muy apreciadas en las cocinas del todo el mundo. Entre sus cualidades destaca su capacidad de conducción de sabores o la respuesta uniforme de cocción que presentan sus granos. Así, el arroz ocupa uno de los tronos de la gastronomía mediterránea. Su sabor y sus propiedades son las principales raíces que nutren esta corona.