La verdadera esencia de las ciudades reside en su historia y sus consecuencias. Respirar la magia de lo histórico en Valencia, junto a la experiencia de degustar una tradicional paella valenciana en alguna pintoresca arrocería, son algunas de las particularidades que convierten a esta ciudad mediterránea en una de las más visitadas de la Comunidad Valenciana.
En esta ocasión, no se va a hablar de una playa de la región o un restaurante en la Malvarrosa, sino de uno de los elementos arquitectónicos que llevan conviviendo con Valencia desde su fundación: las murallas.
SU GÉNESIS: LA MURALLA ROMANA
Esta urbe, originalmente denominada Valentia y fundada en el año 138 a. C., nació como una ciudad amurallada. Guerras civiles, intentos de invasión y conflictos bélicos tuvieron como escenario el pie de este fuerte de cuatro puertas, que servía de escudo a la capital valenciana. Estas primeras fortificaciones romanas permitieron el asentamiento de una ciudad que, ahora, es reconocida internacionalmente por su particular idiosincrasia.
VALENCIA MUSULMANA, LA URBE DE MUROS HERMOSOS
Balansiya o ciudad de la tierra. Así se conocía a la actual ciudad de Valencia en el siglo X. Los musulmanes, entonces artistas arquitectónicos, construyeron algunas de las murallas más hermosas de la entonces Al-Ándalus para proteger la ciudad.
EL CERCO CRISTIANO COMO SÍMBOLO DE CRECIMIENTO
A mediados del siglo XI, los cristianos, regidos por Pedro IV el Ceremonioso, levantaron una nueva muralla, con un perímetro tres veces más grande que el heredado de los musulmanes. En esta ocasión, eran trece las puertas que ejercían de aduana entre el interior de la fortificación y el mundo exterior. A pesar de que la muralla árabe se mantuvo levantada como segunda línea de defensa, el transcurso del tiempo fue haciendo que se desvaneciera progresivamente.
Hoy día sus resquicios siguen siendo lugares de visita obligatoria en Valencia como reflejo de su riqueza, esplendor y prosperidad.