Desde el pasado 5 de septiembre, la pilota valenciana es Bien de Interés Cultural de la Comunitat Valenciana. Se trata del primer deporte que consigue esta distinción, que le concede la mayor protección prevista en la Ley de Patrimonio Cultural. Se reconoce, así, el valor de este juego tradicional como seña de identidad del pueblo valenciano.
Y es que asistir a una de las más de 2.000 partidas de pilota que, se calcula, se juegan cada día, es reencontrarse con una tradición que enlaza directamente con el pasado de los valencianos. Una partida de pilota puede ser también un excelente plan turístico, después de pasear por la playa o de comerse una estupenda paella en alguna arrocería o en algún buen restaurante de la playa de la Malvarrosa.
Los orígenes de la pelota como deporte se remontan a la Antigua Grecia. Fue el Imperio Romano quien lo introdujo en la Península Ibérica, aunque los primeros documentos que hacen referencia a su práctica en la Corona de Aragón datan del año 1305. Durante décadas fue el deporte más popular entre la nobleza de la Corona, hasta la prohibición, hacia finales del siglo XIV, de su práctica en las calles.
En el Reino de Valencia, donde ya se solía jugar en interiores, en los trinquets, su éxito no menguó. De hecho, la pilota valenciana fue un deporte muy practicado hasta mediados del siglo XX, cuando la popularización de los llamados “deportes de masas” (en especial el fútbol), la expansión urbanística (y el consecuente derribo de trinquets) y la progresiva castellanización de la sociedad pusieron en serio peligro su continuidad. Pero, a partir de los años 70, con el proceso autonómico, se ha originado un auténtico resurgir que se extiende hasta nuestros días. Hoy, en toda la Comunitat Valenciana hay más de 3.700 pilotaris federados y alrededor de 130 instalaciones en las que se practican sus diferentes modalidades.