En Valencia tenemos playa, casco histórico, productos locales, como la naranja, locales en los que disfrutar de nuestra gastronomía, como cualquier arrocería o restaurante de la Malvarrosa, donde podemos saborear la mejor paella.
Pero también tenemos, cómo no, edificios históricos como el Palau de la Generalitat antiguamente conocido como Diputació del General, el organismo medieval captador de impuestos.
Este organismo nació como una institución de tipo económico – servía para que los jurats recaudaran lo que se conocía como generalitats, impuestos aprobados en las Corts – y sólo después adquiriría su dimensión política, derivando en lo que conocemos hoy como Generalitat valenciana.
Edificio del tardogótico, recibió toques renacentistas en el siglo XVI y, como ha ido evolucionando, es un crisol de diferentes estilos (renacentista italiano, gótico tardío, herreriano, escurialense…). Notoria es la estancia denominada Sala daurada, realizada por Ginés Linares y finalizada por el pintor Juan de Juanes.
Su idiosincrasia no pasó inadvertida ni por portugueses ni por británicos, que al visitarlo quedaron tan impresionados que dijeron que en toda Europa no podrían encontrar ninguna obra arquitectónica de tal belleza y complejidad.
Esa complejidad no está exenta de anécdotas que se presten a mención. Por ejemplo, la que menciona el historiador Orellana, que en la época foral – cuando los valencianos aún no habían renunciado a sus fueros ante Felipe V – la diputación valenciana además del derecho del cobro de los impuestos sobre la sal, la pólvora, hasta la nieve ¡y el uso de los sombreros!, también cobraba un impuesto sobre los naipes.
Tal era la afición por el juego que tenía Valencia, que el edificio albergaba en sus mismas estructuras su propia fábrica de naipes en los altos de la casa. Después de fabricarlos los vendía por dos reales cada baraja.
Un edificio repleto de historia, política, arte y anécdotas que no puedes perder la oportunidad de visitar si estás en Valencia.
