La hamburguesa se ha convertido en icono de la modernidad y gracias a eso es fácil poder encontrarla en cualquier local de hostelería, ya sea un chiringuito de playa o una arrocería de Valencia, donde no solo hay paella.
Un plato que recogió las ideas más prácticas de medio mundo antes de expandirse por todo el globo
A pesar de su nombre, no procede de Alemania y aunque es en Estados Unidos donde se dio a conocer, tampoco es de tierras americanas. La hamburguesa ha engañado hasta con su origen: tampoco es tan moderna como parece. Su primer antepasado se encuentra en la Antigua Roma, entre los siglos IV y V. Fue entonces cuando se escribió De Re Coquinaria, un recetario en latín atribuido a Marcus Gavius Apicius en el que aparecía la isicia omentata, una receta de carne picada con pan francés, pimentón, liquamen (salsa de pescado), piñones, pimienta verde y caroenum (reducción de vino).
También durante el Imperio mongol existía una comida muy similar a la hamburguesa actual y su receta, aunque distinta, era muy útil para esta tribu nómada en tiempos de guerra. Así, durante sus trayectos, colocaban carne bajo las monturas de los caballos de manera que por el camino se iban triturando con el movimiento y cocinando al calor del animal. La facilidad a la hora de cocinarla y comerla favoreció su expansión hacia las actuales Rusia y Ucrania, donde originó el conocido steak tartare.
No fue hasta el siglo XVII cuando desde Rusia llegaron estas delicias de carne al oeste de Europa, entrando por el puerto de Hamburgo. Desde ahí partieron a Estados Unidos, donde empezaron a aparecer los filetes «al estilo de Hamburgo» en los menús para atraer a los inmigrantes europeos.
Después de su vuelta alrededor del mundo, la hamburguesa ha dejado de ser una comida de guerra para convertirse en un plato moderno del que podemos disfrutar en cualquier lugar, incluso en un restaurante de la Malvarrosa.